La delincuencia es un fenómeno universal ligado a la vida social y no hay sociedad sin delincuencia. Después del siglo XIX, se han intentado encontrar las causas de la delincuencia. De este modo, se han puesto de manifiesto:
· Factores sociales: carencia del medio familiar y escolar, mal uso del tiempo libre, agresividad desarrollada por los medios de comunicación de masas; densidad de la población en los grandes centros urbanos; insuficiencia de los equipos socio-culturales, etc.
· Factores económicos: nivel de vida insuficiente; desempleo, falta de cualificación profesional.
· Factores políticos: crisis; falta de sentido cívico; etc.
· Factores individuales: difíciles de categorizar.
La delincuencia caracteriza una conducta antisocial que expresa la inadaptación de un individuo a la sociedad. Puede observarse en una multitud de estructuras mentales, de lo normal a lo patológico. La delincuencia es un síntoma de una perturbación profunda de la personalidad. Es esa perturbación profunda la que deberá privilegiar la reeducación social: psicoterapia, tratamiento farmacológico, medidas institucionales individualizadas, etc.
Cuando el delincuente es un adolescente o un niño, surge una perturbadora disonancia entre la gravedad de la violación del derecho y la idea que se tiene en general de la naturaleza del niño o del adolescente. A los jóvenes se les concede un, por así decir, crédito de confianza, dando por supuesto que en ellos no podrán surgir impulsos delictivos, totalmente ajenos a su condición infantil o juvenil. No es, pues, de extrañar que le delito cometido por un menor de edad nos afecte y nos conturbe de singular manera.
Con el término “delincuencia juvenil” se etiqueta la mayoría de las veces a aquellos chicos/as con problemas de conducta social. El uso indiscriminado del término delincuencia juvenil, piensamos que oculta en el fondo, el simplismo de quienes piensan en los problemas de conducta social juvenil como algo unívoco y uniforme.
La “conducta antisocial” puede reflejar hechos muy dispares, en términos generales, hace referencia a cualquier hecho o acción que viole las reglas sociales o vaya contra los demás, con independencia de su gravedad. A razón de esta definición, creemos que hay que tener en cuenta que el “quemar unas notas” y por lo tanto tener una conducta antisocial, no significa ser un delincuente, por lo tanto hay que tener muy claro, que muchas de las conductas antisociales pueden reflejar un transcurso normal del desarrollo evolutivo del menor, otra cosa es que los ejemplos antisociales se acumulen o alcancen una especial gravedad, robar coches, en cafeterías etc... Ahí es donde empieza la barrera entre conducta antisocial y delincuencia juvenil.
Podríamos definir Delincuencia juvenil, como un problema de la sociedad. La delincuencia juvenil es un aspecto, usualmente divorciado al contexto social en que se desenvuelve y ligado afanosamente a todas las calamidades que afligen a la sociedad. Una sociedad que se desatiende de ellos, descuidando la atención mínima de sus necesidades esenciales; que no les diseña las infraestructuras requeridas para la canalización positiva de sus energías y potencialidades; pero que rauda y veloz, se lanza a inculparlos, sancionarlos aún con la pena capital si fuera posible. La sociedad se preocupa de sus menores, casi exclusivamente cuando matan, los matan o se embarazan.
· Factores sociales: carencia del medio familiar y escolar, mal uso del tiempo libre, agresividad desarrollada por los medios de comunicación de masas; densidad de la población en los grandes centros urbanos; insuficiencia de los equipos socio-culturales, etc.
· Factores económicos: nivel de vida insuficiente; desempleo, falta de cualificación profesional.
· Factores políticos: crisis; falta de sentido cívico; etc.
· Factores individuales: difíciles de categorizar.
La delincuencia caracteriza una conducta antisocial que expresa la inadaptación de un individuo a la sociedad. Puede observarse en una multitud de estructuras mentales, de lo normal a lo patológico. La delincuencia es un síntoma de una perturbación profunda de la personalidad. Es esa perturbación profunda la que deberá privilegiar la reeducación social: psicoterapia, tratamiento farmacológico, medidas institucionales individualizadas, etc.
Cuando el delincuente es un adolescente o un niño, surge una perturbadora disonancia entre la gravedad de la violación del derecho y la idea que se tiene en general de la naturaleza del niño o del adolescente. A los jóvenes se les concede un, por así decir, crédito de confianza, dando por supuesto que en ellos no podrán surgir impulsos delictivos, totalmente ajenos a su condición infantil o juvenil. No es, pues, de extrañar que le delito cometido por un menor de edad nos afecte y nos conturbe de singular manera.
Con el término “delincuencia juvenil” se etiqueta la mayoría de las veces a aquellos chicos/as con problemas de conducta social. El uso indiscriminado del término delincuencia juvenil, piensamos que oculta en el fondo, el simplismo de quienes piensan en los problemas de conducta social juvenil como algo unívoco y uniforme.
La “conducta antisocial” puede reflejar hechos muy dispares, en términos generales, hace referencia a cualquier hecho o acción que viole las reglas sociales o vaya contra los demás, con independencia de su gravedad. A razón de esta definición, creemos que hay que tener en cuenta que el “quemar unas notas” y por lo tanto tener una conducta antisocial, no significa ser un delincuente, por lo tanto hay que tener muy claro, que muchas de las conductas antisociales pueden reflejar un transcurso normal del desarrollo evolutivo del menor, otra cosa es que los ejemplos antisociales se acumulen o alcancen una especial gravedad, robar coches, en cafeterías etc... Ahí es donde empieza la barrera entre conducta antisocial y delincuencia juvenil.
Podríamos definir Delincuencia juvenil, como un problema de la sociedad. La delincuencia juvenil es un aspecto, usualmente divorciado al contexto social en que se desenvuelve y ligado afanosamente a todas las calamidades que afligen a la sociedad. Una sociedad que se desatiende de ellos, descuidando la atención mínima de sus necesidades esenciales; que no les diseña las infraestructuras requeridas para la canalización positiva de sus energías y potencialidades; pero que rauda y veloz, se lanza a inculparlos, sancionarlos aún con la pena capital si fuera posible. La sociedad se preocupa de sus menores, casi exclusivamente cuando matan, los matan o se embarazan.